Teleología bertalanffiana + Relatividad einsteniana.
No es descabellado pensar en alguna especie de fatalismo…
Nada de pregonar la estúpida toma del Estado.
Nada de oponer ideología a ideología.
Sólo se derrocan chanchos para proclamar otros chanchos (con ideologías “reformadas” o “revolucionarias”, pero SIEMPRE ideología de chanchos).
Sólo el desprecio, la renuncia y el sarcasmo, el espíritu crítico, la sutileza del razonar, la sospecha ante todo discurso y ante cualquier verdad.
El resto es un constante rotar de oscurantismo y explotación.
Nada de oponer ideología a ideología.
Sólo se derrocan chanchos para proclamar otros chanchos (con ideologías “reformadas” o “revolucionarias”, pero SIEMPRE ideología de chanchos).
Sólo el desprecio, la renuncia y el sarcasmo, el espíritu crítico, la sutileza del razonar, la sospecha ante todo discurso y ante cualquier verdad.
El resto es un constante rotar de oscurantismo y explotación.
Como quedaron un par de sabrosas frases en el tintero, vuelvo, por última vez, a Diógenes, de Sínope. Nuevamente la fuente es Diógenes, de Laertes. Prometo próximamente salir de Atenas, variar de monstruo.
Cierta vez, mientras se masturbaba en la plaza pública, exclamaba: “Ojalá también se saciara el hambre sobándose uno la barriga”.
Platón, en un banquete ofrecido por él, hablaba sobre las alfombras que últimamente había traído de Persia. Diógenes comentó: “Pisoteo los humos de Platón”.
Un sacerdote aseguraba que a los admitidos en los ritos les esperaban innumerables bienes en el Hades. Diógenes le replicó: “¿Por qué, entonces, no te suicidas?”.
Se dice que luego de su encuentro con Diógenes, Alejandro el Magno exclamó: “De no haber nacido Alejandro, hubiese querido nacer Diógenes”.
Cuenta Diógenes Laercio que un buen día decidió consultar al oráculo y recibió como respuesta "invalidar la moneda en curso". Como todas las respuestas del oráculo eran enigmáticas, dicha respuesta tenía al menos tres sentidos: falsificar la moneda, modificar las leyes o transmutar los valores. Diógenes no quiso elegir e hizo las tres cosas. El resultado: lo desterraron de Sínope. “Pues yo los condeno a quedarse”, ironizó.
Viendo en cierta ocasión cómo los sacerdotes custodios del templo conducían a uno que había robado una vasija perteneciente al tesoro del templo, comentó: “Los ladrones grandes apresan al pequeño”.
Le preguntaron cuándo deben casarse los hombres, y respondió: “Los jóvenes todavía no; los viejos, nunca”.
Volvía de los juegos olímpicos y uno le preguntó si había concurrido mucha gente, a lo que respondió: “Gente mucha, hombres pocos”.
Viendo al hijo de una meretriz tirando una piedra a la gente, le dijo: “Ten cuidado, no vayas a darle a tu padre”.
Le echaban en cara que bebía en la taberna. Respondió: “Y en la barbería me corto el pelo”.
Viendo a un arquero sin destreza, se sentó junto al blanco diciendo: “No sea que me hiera”.
A Dídimo, médico que tenía fama de adúltero, le dijo cuando curaba un ojo enfermo a una muchacha: “Ten cuidado, no sea que curándole el ojo le desflores la pupila”.
Un joven le dijo: "La gente se ríe de ti", a lo que Diógenes contestó: "Quizá también los asnos se ríen de ti, pero ni a ti te importan los asnos, ni a mi la gente".
Murió en Corinto en el año 327 a.C. Algunos afirman que se suicidó conteniendo el aliento...
Platón, en un banquete ofrecido por él, hablaba sobre las alfombras que últimamente había traído de Persia. Diógenes comentó: “Pisoteo los humos de Platón”.
Un sacerdote aseguraba que a los admitidos en los ritos les esperaban innumerables bienes en el Hades. Diógenes le replicó: “¿Por qué, entonces, no te suicidas?”.
Se dice que luego de su encuentro con Diógenes, Alejandro el Magno exclamó: “De no haber nacido Alejandro, hubiese querido nacer Diógenes”.
Cuenta Diógenes Laercio que un buen día decidió consultar al oráculo y recibió como respuesta "invalidar la moneda en curso". Como todas las respuestas del oráculo eran enigmáticas, dicha respuesta tenía al menos tres sentidos: falsificar la moneda, modificar las leyes o transmutar los valores. Diógenes no quiso elegir e hizo las tres cosas. El resultado: lo desterraron de Sínope. “Pues yo los condeno a quedarse”, ironizó.
Viendo en cierta ocasión cómo los sacerdotes custodios del templo conducían a uno que había robado una vasija perteneciente al tesoro del templo, comentó: “Los ladrones grandes apresan al pequeño”.
Le preguntaron cuándo deben casarse los hombres, y respondió: “Los jóvenes todavía no; los viejos, nunca”.
Volvía de los juegos olímpicos y uno le preguntó si había concurrido mucha gente, a lo que respondió: “Gente mucha, hombres pocos”.
Viendo al hijo de una meretriz tirando una piedra a la gente, le dijo: “Ten cuidado, no vayas a darle a tu padre”.
Le echaban en cara que bebía en la taberna. Respondió: “Y en la barbería me corto el pelo”.
Viendo a un arquero sin destreza, se sentó junto al blanco diciendo: “No sea que me hiera”.
A Dídimo, médico que tenía fama de adúltero, le dijo cuando curaba un ojo enfermo a una muchacha: “Ten cuidado, no sea que curándole el ojo le desflores la pupila”.
Un joven le dijo: "La gente se ríe de ti", a lo que Diógenes contestó: "Quizá también los asnos se ríen de ti, pero ni a ti te importan los asnos, ni a mi la gente".
Murió en Corinto en el año 327 a.C. Algunos afirman que se suicidó conteniendo el aliento...
1 comentario:
Respecto al concepto de "ideología"... espero que se entienda en un sentido amplio, y no por ejemplo restringida a un sentido foucaultiano.
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