MF (Las cursivas son mías): Esta dificultad, nuestro embarazo para encontrar las formas de lucha adecuadas, ¿no proviene de que aún ignoramos lo que es el poder? Después de todo, ha sido preciso esperar al siglo XIX para saber lo que era la explotación, pero quizá todavía no sabemos qué es el poder. Marx y Freud quizá no bastan para ayudarnos a conocer eso tan enigmático, a la vez visible e invisible, presente y oculto, ocupado en todas partes, que se llama el poder. La teoría del Estado, el análisis tradicional de los aparatos de Estado, no agotan sin duda el campo de ejercicio y funcionamiento del poder. Actualmente, sabemos aproximadamente quién explota, hacia dónde va el beneficio, por qué manos pasa y dónde se vuelve a invertir, mientras que el poder… Sabemos perfectamente que no son los gobernantes quienes detentan el poder. Sin embargo, la noción de “clase dirigente” no está ni muy clara ni muy elaborada. “Dominar”, “dirigir”, “gobernar”, “grupo de poder”, “aparato de Estado”, etc., aquí hay todo un conjunto de nociones que piden ser analizadas. Asimismo, sería preciso saber hasta dónde se ejerce el poder, mediante qué relevos y hasta qué instancias, a menudo ínfimas, de jerarquía, control, vigilancia, prohibiciones, coacciones. En todo lugar donde hay poder, el poder se ejerce. Nadie, hablando con propiedad, es su titular y, sin embargo, se ejerce en determinada dirección, con unos a un lado y los otros en el otro; no sabemos quién lo tiene exactamente, pero sabemos quién no lo tiene.
sábado, 29 de septiembre de 2007
En algún nudo de la telaraña
domingo, 5 de agosto de 2007
La inmaterialidad de las fuerzas
(Pier Paolo Pasolini)
Es la historia de cuatro poderosos fascistas (un Duque, un Obispo, un Magistrado y un Presidente) que, hacia finales de la Segunda Guerra, secuestran a un grupo de hombres y mujeres para satistafecer sus más oscuros deseos. Su violencia es explícita, tan explícita que la mayor parte del tiempo prima una sensación de mareo y asco. Pero su sensibilidad artística es innegable, constituyendo un cruce perfecto entre lo que pueden parecer excesos gratiutos y lo que, desgraciadamente, nos hace seguir con la mirada fija en la película. Es inolvidable la secuencia final, el maldito lugar en el que Pasolini nos fuerza a tomar parte, la maldita secuencia casi carente de sonido, la maldita bofetada que implica lo ambiguo que se nos revela nuestro punto de vista y donde nos percatamos que, en realidad, durante todo el tiempo hemos sido unos fascistas, más morbosos que cinéfilos. Una película que por un par de días nos mantiene angustiados, por un par de noches con serias dificultades para conciliar el sueño, y que luego del shock inicial comienza a configurarse como una de las obras más bellas de la historia del cine...
De este modo, tenemos que, a partir del pensamiento de Foucault, el poder es una estrategia que es insuficientemente analizada si se concibe sólo como un mecanismo de opresión, de coerción y coacción. También tiene aspectos positivos relacionados con la produccón de placer y de verdad. Para estos efectos, buscaré analizar sus aspectos de coerción, placer y verdad a partir del lenguaje de la Teoría General de Sistemas, principalmente buscando su desantropomorfización.
sábado, 28 de julio de 2007
Deicidio consecuente
¿No habéis oído hablar de ese loco que encendió un farol en pleno día y corrió al mercado gritando sin cesar: “¡Busco a Dios!, ¡Busco a Dios!?”. Como precisamente estaban allí reunidos muchos que no creían en dios, sus gritos provocaron enormes risotadas. ¿Es que se te ha perdido?, decía uno. ¿Se ha perdido como un niño pequeño?, decía otro. ¿O se ha escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se habrá embarcado? ¿Habrá emigrado? - así gritaban y reían alborozadamente. El loco saltó en medio de ellos y los traspasó con su mirada. “¿Qué a dónde se ha ido Dios? -exclamó-, os lo voy a decir. Lo hemos matado: ¡vosotros y yo! Todos somos su asesino. Pero ¿cómo hemos podido hacerlo? ¿Cómo hemos podido bebernos el mar? ¿Quién nos prestó la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hicimos cuando desencadenamos la tierra de su sol? ¿Hacia dónde caminará ahora? ¿Hacia dónde iremos nosotros? ¿Lejos de todos los soles? ¿No nos caemos continuamente? ¿Hacia delante, hacia atrás, hacia los lados, hacia todas partes? ¿Acaso hay todavía un arriba y un abajo? ¿No erramos como a través de una nada infinita? ¿No nos roza el soplo del espacio vació? ¿No hace más frío? ¿No viene de continuo la noche y cada vez más noche? ¿No tenemos que encender faroles a mediodía? ¿No oímos todavía el ruido de los sepultureros que entierran a Dios? ¿No nos llega todavía ningún olor de la putrefacción divina? ¡También los dioses se pudren! ¡Dios ha muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado! ¿Cómo podremos consolarnos, asesinos entre los asesinos? Lo más sagrado y poderoso que poseía hasta ahora el mundo se ha desangrado bajo nuestros cuchillos. ¿Quién nos lavará esa sangre? ¿Con qué agua podremos purificarnos? ¿Qué ritos expiatorios, qué juegos sagrados tendremos que inventar? ¿No es la grandeza de este acto demasiado grande para nosotros? ¿No tendremos que volvernos nosotros mismos dioses para parecer dignos de ella? Nunca hubo un acto tan grande y quien nazca después de nosotros formará parte, por mor de ese acto, de una historia más elevada que todas las historias que hubo nunca hasta ahora” Aquí, el loco se calló y volvió a mirar a su auditorio: también ellos callaban y lo miraban perplejos. Finalmente, arrojó su farol al suelo, de tal modo que se rompió en pedazos y se apagó. “Vengo demasiado pronto -dijo entonces-, todavía no ha llegado mi tiempo. Este enorme suceso todavía está en camino y no ha llegado hasta los oídos de los hombres. El rayo y el trueno necesitan tiempo, la luz de los astros necesita tiempo, los actos necesitan tiempo, incluso después de realizados, a fin de ser vistos y oídos. Este acto está todavía más lejos de ellos que las más lejanas estrellas y, sin embargo son ellos los que lo han cometido.” Todavía se cuenta que el loco entró aquel mismo día en varias iglesias y entonó en ellas su Requiem aeternan deo. Una vez conducido al exterior e interpelado contestó siempre esta única frase: “¿Pues, qué son ahora ya estas iglesias, más que las tumbas y panteones de Dios?”.
domingo, 8 de julio de 2007
Desantropomorfizar
En algún apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto más altanero y falaz de la “Historia Universal”: pero, a fin de cuentas, sólo un minuto. Tras breves respiraciones de la naturaleza, el astro se heló y los animales inteligentes hubieron de perecer. Alguien podría inventar una fábula semejante pero, con todo, no habría ilustrado suficientemente cuán lastimoso, cuán sombrío y caduco, cuán estéril y arbitrario es el estado en el que se presenta el intelecto humano dentro de la naturaleza. Hubo eternidades en las que no existía; cuando de nuevo se acabe todo para él no habrá sucedido nada, puesto que para ese intelecto no hay ninguna misión ulterior que conduzca más allá de la vida humana. No es sino humano, y solamente su poseedor y creador lo toma tan patéticamente como si en él girasen los goznes del mundo.
[...] El intelecto, como medio de conservación del individuo, desarrolla sus fuerzas principales fingiendo, puesto que éste es el medio, merced al cual sobreviven los individuos débiles y poco robustos, como aquellos a quienes les ha sido negado servirse, en la lucha por la existencia, de cuernos, o de la afilada dentadura del animal de rapiña.
[...] En un estado natural de las cosas, el individuo, en la medida en que se quiere mantener frente a los demás individuos, utiliza el intelecto y la mayor parte de las veces solamente para fingir, pero, puesto que el hombre, tanto por la necesidad como por hastío, desea existir en sociedad y gregariamente, precisa de un tratado de paz y, de acuerdo con este, procura que, al menos, desaparezca de su mundo el más grande bellum omnium contra omnes. Este tratado de paz conlleva algo que promete ser el primer paso para la consecución de ese misterioso impulso hacia la verdad. En este mismo momento se fija lo que a partir de entonces ha de ser “verdad”, es decir, se ha inventado una designación de las cosas uniformemente válida y obligatoria, y el poder legislativo del lenguaje proporciona también las primeras leyes de verdad, pues aquí se origina por primera vez el contraste entre verdad y mentira.
[...] Solamente mediante el olvido puede el hombre alguna vez llegar a imaginarse que está en posesión de una “verdad” en el grado que se acaba de señalar. Si no se contenta con la verdad en forma de tautología, es decir, con conchas vacías, entonces trocará continuamente ilusiones por verdades. ¿Qué es una palabra? La reproducción en sonidos de un impulso nervioso. Pero inferir además a partir del impulso nervioso la existencia de una causa fuera de nosotros, es ya el resultado de un uso falso e injustificado del principio de razón. [...] La “cosa en sí” (esto sería justamente la verdad pura, sin consecuencias) es totalmente inalcanzable y no es deseable en absoluto para el creador del lenguaje.
[...] ¿Qué es entonces la verdad? Una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes; las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible.
[...] A partir del sentimiento de estar comprometido a designar una cosa como “roja”, otra como “fría” y una tercera como “muda”, se despierta un movimiento moral hacia la verdad; a partir del contraste del mentiroso, en quien nadie confía y a quien todo el mundo excluye, el hombre se demuestra a sí mismo lo honesto, lo fiable y lo provechoso de la verdad. En ese instante, el hombre pone sus actos como ser racional bajo el dominio de las abstracciones. [...] En el ámbito de esos esquemas es posible algo que jamás podría conseguirse bajo las primitivas impresiones intuitivas: construir un orden piramidal por castas y grados; instituir un mundo nuevo de leyes, privilegios, subordinaciones y delimitaciones, que ahora se contrapone al otro mundo de las primitivas impresiones intuitivas como lo más firme, lo más general, lo mejor conocido y lo más humano y, por tanto, como una instancia reguladora e imperativa.
[...] Sólo mediante la invencible creencia en que este sol, esta ventana, esta mesa son una verdad en sí, en resumen: gracias solamente al hecho de que el hombre se olvida de sí mismo como sujeto y, por cierto, como sujeto artísticamente creador, vive con cierta calma, seguridad y consecuencia; si pudiera salir, aunque sólo fuese un instante, fuera de los muros de esa creencia que lo tiene prisionero, se terminaría en el acto su “conciencia de sí mismo”.
[...] Por lo demás, la “percepción correcta” “es decir, la expresión adecuada de un objeto en el sujeto” me parece un absurdo lleno de contradicciones, puesto que entre dos esferas absolutamente distintas, como lo son el sujeto y el objeto, no hay ninguna causalidad, ninguna exactitud, ninguna expresión, sino, a lo sumo, una conducta estética.
[...] La misma relación de un impulso nervioso con la imagen producida no es, en sí, necesaria; pero cuando la misma imagen se ha producido millones de veces y se ha transmitido hereditariamente a través de muchas generaciones de hombres, apareciendo finalmente en toda la humanidad como consecuencia cada vez del mismo motivo, acaba por llegar a tener para el hombre el mismo significado que si fuese la única imagen necesaria.
[...] Entonces, ¿qué es, en suma, para nosotros una ley de la naturaleza? No nos es conocida en sí, sino solamente por sus efectos, es decir, en sus relaciones con otras leyes de la naturaleza que, a su vez, sólo nos son conocidas como sumas de relaciones. Por consiguiente, todas esas relaciones no hacen más que remitir continuamente unas a otras y nos resultan completamente incomprensibles en su esencia; en realidad sólo conocemos de ellas lo que nosotros aportamos: el tiempo, el espacio, por tanto las relaciones de sucesión y los números.
[...] Sin embargo, esas nociones las producimos en nosotros y a partir de nosotros con la misma necesidad que la araña teje su tela; si estamos obligados a concebir todas las cosas solamente bajo esas formas, entonces no es ninguna maravilla el que, a decir verdad, sólo captemos en todas las cosas precisamente esas formas.
Nietzsche, F.: "Sobre verdad y mentira en sentido extramoral". Tecnos, Madrid.
viernes, 29 de junio de 2007
Dionisos vs. el Crucificado
(un marco de referencia)
DÓNDE
(el ojo escudriña)
CUÁNDO
(Cronos, antropófago)
PARA QUÉ
(el absurdo es patente)
LA NADA
Cuando ya no te tragas el catecismo, la consecuencia última es la muerte de toda verdad necesaria, y zozobras.
Sueño y algo de embriaguez. Dos semanas de insomnio. Mejor los dejo con la piedra angular del futuro “ateísmo perfectamente coherente” que proclamó Sartre. Comenzaré con el prólogo de “Más Allá del Bien y del Mal”. ¿La fuente? Ahí tienen el link, la corrección ortográfica y la selección son mías. Volveré a dedicarle un par de entradas al viejo Federico. Porque éste no habla, aúlla.
Suponiendo que la verdad sea una mujer -, ¿cómo?, ¿no está justificada la sospecha de que todos los filósofos, en la medida en que han sido dogmáticos, han entendido poco de mujeres?, ¿de que la estremecedora seriedad, la torpe insistencia con que hasta ahora han solido acercarse a la verdad eran medios inhábiles e ineptos para conquistar los favores precisamente de una mujer? Lo cierto es que ella no se ha dejado conquistar: - y hoy toda especie de dogmática está ahí en pie, con una actitud de aflicción y desánimo. ¡Si es que en absoluto permanece en pie! […] Hay buenas razones que abonan la esperanza de que todo dogmatizar en filosofía, aunque se haya presentado como algo muy solemne, muy definitivo y válido, acaso no haya sido más que una noble puerilidad y cosa de principiantes; y tal vez esté muy cercano el tiempo en que se comprenderá cada vez más qué es lo que propiamente ha bastado para poner la primera piedra de esos sublimes e incondicionales edificios de filósofos que los dogmáticos han venido levantando hasta ahora, - una superstición popular cualquiera procedente de una época inmemorial (como la superstición del alma, la cual, en cuantos superstición del sujeto y superstición del yo, aún hoy no ha dejado de causar daño), acaso un juego cualquiera de palabras, una seducción de parte de la gramática o una temeraria generalización de hechos muy reducidos, muy personales, muy humanos, demasiado humanos. La filosofía de los dogmáticos ha sido, esperémoslo, tan sólo un hacer promesas durante milenios […] Parece que todas las cosas grandes, para inscribirse en el corazón de la humanidad con sus exigencias eternas, tienen que vagar antes sobre la tierra cual monstruosas y tremebundas figuras grotescas; una de esas figuras grotescas fue la filosofía dogmática, por ejemplo la doctrina del Vedanta en Asia y en Europa el platonismo. No seamos ingratos con ellas, aunque también tengamos que admitir que el peor, el más duradero y peligroso de todos los errores ha sido hasta ahora un error de dogmáticos, a saber, a la invención por Platón del espíritu puro y de bien en sí. Sin embargo, ahora que ese error ha sido superado, ahora que Europa respira aliviada de su pesadilla y que al menos le es lícito disfrutar un mejor - sueño, somos nosotros, cuya tarea es el estar despiertos, los herederos de toda la fuerza que la lucha contra ese error ha desarrollado y hecho crecer. En todo caso, hablar del espíritu y del bien como lo hizo Platón significaría poner la verdad cabeza abajo y negar el perspectivismo(*), el cual es condición fundamental de toda vida; más aún, en cuanto médicos nos es lícito preguntar: “¿de dónde procede esa enfermedad que aparece en la más bella planta de la Antigüedad, en Platón? ¿es que la corrompió el malvado Sócrates?, ¿habría sido Sócrates, por tanto, el corruptor de la juventud?, ¿y habría merecido su cicuta?” - Pero la lucha contra Platón o, para decirlo de una manera más inteligible para el “pueblo”, la lucha contra la opresión cristiano-eclesiástica durante siglos -pues el cristianismo es platonismo para el “pueblo”- ha creado en Europa una magnífica tensión del espíritu, cual no la había habido antes en la tierra: con un arco tan tenso nosotros podemos tomar ahora como blanco las metas más lejanas. Es cierto que el hombre europeo siente esa tensión como un estado penoso; y ya por dos veces se ha hecho, con gran estilo, el intento de aflojar el arco, la primera, por el jesuitismo, y la segunda, por la ilustración democrática: - ¡a la cual le fue dado de hecho conseguir con ayuda de la libertad de prensa y de la lectura de los periódicos, que el espíritu no se sintiese ya tan fácilmente a sí mismo como “penosidad”! (Los alemanes inventaros la pólvora - ¡todos mis respetos por ello!, pero volvieron a repáralo-, inventaron la prensa.) Mas nosotros que no somos ni jesuitas, ni demócratas, y ni siquiera suficientemente alemanes; nosotros los buenos europeos, y espíritus libres, muy libres - ¡nosotros la tenemos todavía, tenemos la penosidad toda del espíritu y la entera tensión de su arco! Y acaso también la flecha, la tarea y, ¿quién sabe?, incluso el blanco...
domingo, 3 de junio de 2007
Primer paso: El Cínico
Sólo se puede empoderar incitando al sarcasmo.
Sólo se puede corroer escupiendo sobre todo discurso, sobre toda ideología.
La emancipación está en las preguntas y no en las respuestas.
¿Qué busco en este blog? Sólo dar un paseo sinuoso por las palabras que despabilan... quizá en algún momento alcancen sistematicidad y pueda pasear, entonces, con consecuencia por la praxis. A veces las ideas coagulan, requieren extirparción...
Quiero comenzar por Diógenes, bastardo de Antístenes. ¿La fuente? El otro Diógenes, el de Laertes:
A los que le aconsejaban salir en persecución de su esclavo fugitivo, les replicó: "Sería absurdo que Manes pudiera vivir sin Diógenes y Diógenes, en cambio, no pudiese vivir sin Manes".
“No serás enteramente feliz hasta que tu criado te suene también las narices, lo que ocurrirá cuando hayas olvidado el uso de tus manos”.
Mientras Anaxímenes peroraba, Diógenes comenzó a esgrimir un pescado. Irritado aquél, Diógenes concluyó: “Un pescado de un óbolo desbarató el discurso de Anaxímenes”.
Mientras Platón definía al Hombre como un "bípedo desplumado", Diógenes arrojó una gallo al que le había arrancado todas las plumas, diciendo: "Éste es el Hombre de Platón".
“Hay que tener cordura para vivir o cuerda para ahorcarse”.
En otra ocasión, gritó: “ ¡Hombres a mí!” Al acudir una gran multitud les despachó golpeándolos con el bastón: “He dicho hombres, no basura”.
Estaba en una ocasión pidiendo limosna a una estatua. Preguntándole por qué lo hacía, contestó: “Me ejercito en fracasar”.
"¿Por qué –se le preguntó- la gente da dinero a los mendigos y no a los filósofos?” “Porque –repuso- piensan que, algún día, pueden llegar a ser inválidos o ciegos, pero nunca filósofos.”
Un día estaba Diógenes comiendo un plato de lentejas. En ese momento llegó Aristipo, filósofo que trabajaba para el rey, quien le dijo: "Mira, si tu trabajaras para el rey, no tendrías que comer lentejas". Diógenes le contesto: "Si tu comieras lentejas, no tendrías que trabajar para el rey".
Dicen que Diógenes caminaba por las calles de Atenas con una lámpara encendida a plena luz del día. Cuando alguien le preguntaba por qué tenia la lámpara prendida, él contestaba: "Busco algún hombre honesto".
Alejandro Magno, al ver a Diógenes, le dijo: “Pídeme cualquier deseo”, a lo que Diógenes replicó: "Muévete, que tapas mi sol”.
El Cínico, otra vez...
Nada de oponer ideología a ideología.
Sólo se derrocan chanchos para proclamar otros chanchos (con ideologías “reformadas” o “revolucionarias”, pero SIEMPRE ideología de chanchos).
Sólo el desprecio, la renuncia y el sarcasmo, el espíritu crítico, la sutileza del razonar, la sospecha ante todo discurso y ante cualquier verdad.
El resto es un constante rotar de oscurantismo y explotación.
Como quedaron un par de sabrosas frases en el tintero, vuelvo, por última vez, a Diógenes, de Sínope. Nuevamente la fuente es Diógenes, de Laertes. Prometo próximamente salir de Atenas, variar de monstruo.
Platón, en un banquete ofrecido por él, hablaba sobre las alfombras que últimamente había traído de Persia. Diógenes comentó: “Pisoteo los humos de Platón”.
Un sacerdote aseguraba que a los admitidos en los ritos les esperaban innumerables bienes en el Hades. Diógenes le replicó: “¿Por qué, entonces, no te suicidas?”.
Se dice que luego de su encuentro con Diógenes, Alejandro el Magno exclamó: “De no haber nacido Alejandro, hubiese querido nacer Diógenes”.
Cuenta Diógenes Laercio que un buen día decidió consultar al oráculo y recibió como respuesta "invalidar la moneda en curso". Como todas las respuestas del oráculo eran enigmáticas, dicha respuesta tenía al menos tres sentidos: falsificar la moneda, modificar las leyes o transmutar los valores. Diógenes no quiso elegir e hizo las tres cosas. El resultado: lo desterraron de Sínope. “Pues yo los condeno a quedarse”, ironizó.
Viendo en cierta ocasión cómo los sacerdotes custodios del templo conducían a uno que había robado una vasija perteneciente al tesoro del templo, comentó: “Los ladrones grandes apresan al pequeño”.
Le preguntaron cuándo deben casarse los hombres, y respondió: “Los jóvenes todavía no; los viejos, nunca”.
Volvía de los juegos olímpicos y uno le preguntó si había concurrido mucha gente, a lo que respondió: “Gente mucha, hombres pocos”.
Viendo al hijo de una meretriz tirando una piedra a la gente, le dijo: “Ten cuidado, no vayas a darle a tu padre”.
Le echaban en cara que bebía en la taberna. Respondió: “Y en la barbería me corto el pelo”.
Viendo a un arquero sin destreza, se sentó junto al blanco diciendo: “No sea que me hiera”.
A Dídimo, médico que tenía fama de adúltero, le dijo cuando curaba un ojo enfermo a una muchacha: “Ten cuidado, no sea que curándole el ojo le desflores la pupila”.
Un joven le dijo: "La gente se ríe de ti", a lo que Diógenes contestó: "Quizá también los asnos se ríen de ti, pero ni a ti te importan los asnos, ni a mi la gente".
Murió en Corinto en el año 327 a.C. Algunos afirman que se suicidó conteniendo el aliento...